Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder.
¡Tenías que estrellarte o abatirme!...
¡No pudo ser!
Tú eras el Océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén;
¡Tenías que romperte o arrancarme!...
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder:
la senda estrecha, inevitable choque...
¡No pudo ser!
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