31 de marzo de 2008

Carta de declaración.

Distinguida señorita:

Como el que no llora no mama y como el que no se arriesga no pasa el río, y aunque es verdad que a quién madruga Dios le ayuda, no por mucho madrugar amanece más temprano, y a pesar que hace mucho que la conozco, vale más que le hable tarde que nunca, puesto que nunca es tarde si la dicha es buena. Y debe saber a que me refiero, pues a buen entendedor pocas palabras bastan.
Y como el dicho dice que con amor con amor se paga, con esta moneda quisiera cobrar; por otra parte, al ser verdad eso de que cuando dos se quieren con uno que coma basta, ese uno desearía ser yo.
Si me dice que se confirmará lo de que más vale llegar a tiempo que rondar un año.
Si me ve feo, piense que el hombre y el oso cuando más feo más hermoso; si le parezco grande, tenga presente que más vale que sobre que no que falte y si me halla pequeño, no olvide que más vale poco y bueno que mucho y malo.
No diga nada de esto a sus papas, puesto que rara es la oveja que al lobo se confiesa. A sus amigas, hábleles francamente ya que perras con perras no se muerden. Por cierto si me da calabazas presénteme a varias de ellas, porque nunca por mucho trigo fue mal año y porque a falta de pan buenas son tortas y a río revuelto ganancia de pescadores.
Por otra parte, trataré con los mismos perros aunque con distintos collares.
Cuando me responda lo hace pronto, porque lo que se deja para luego no se hace nunca, si tiene presente lo de no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. A mi me gustan las cosas claras y el chocolate espeso y por si acaso recordaré que a rey muerto, rey puesto y le hago presente que a quién bien te quiere te hará llorar.
Respóndame pronto, pues el que espera desespera y se cansa de esperar y es Usted luz de mi alma, motor de mi corazón, sol de mi vida, luz de mi existencia, esperanza de mi porvenir, nariz de loro que verde el prado me hace ver.
Respóndame enseguida y reciba el fervoroso homenaje de este ferviente admirador que le besa los pies si antes tiene la precaución de lavárselos porque no quiero que me las den con queso.
Atentamente……………………… El Pencas y Galtes Grosses.

25 de marzo de 2008

LA LEYENDA Y LA ALEGRÍA DE UN BOSQUE LEJANO

Un bosque, en invierno, desolado y triste, sin el color típico, sin el verde. Más bien, sombrío, con humedad, con frío.

Sin saber cómo, ni el porqué, en el corazón de ese bosque oscuro, surgió una rosa. Una rosa con todo el colorido que le caracteriza.

Por el medio de las ramas de los árboles deshojados, milagrosamente, traspasaba un rayo de sol, fuerte, penetrante y cálido, alumbrando directamente a dicha flor.

El bosque, viendo la alegría que le daba la rosa, poco a poco iba recobrando el color y la alegría.

Empezó a surgir alrededor de la misma, un césped verde, limpio y hermoso y fue creciendo y creciendo.
Los árboles empezaron a florecer y a revivir con una fuerza extraordinaria.

El Sol siguió alumbrando la flor intensamente, pero a la vez, fue abriéndose paso entre las preciosas hojas de los árboles y finalmente iluminó todo aquel bosque que antes fue frío y que de repente se ha convertido en cálido y alegre.

Un buen día pasó una madre con su hija pequeña de tan solo cuatro años y decidieron andar por aquel hermoso bosque. A mitad camino, la niña vio una flor. La madre la observó, la niña la acarició y le dio nombre a esa preciosa flor. La bautizó con el nombre de Raiseta. La madre cogió de la mano a su hija, la niña se incorporó y terminaron de andar por aquel bosque tan bonito.

La niña fue creciendo y cada año de su vida visitaba un día a Raiseta, hablaba con ella, compartía alegrías y tristezas.

Lo más asombroso fue que aquella niña, pasó a ser adolescente, paso a ser adulta y paso a ser una viejecita y no supo como era posible que su rosa preferida, a lo largo de todo ese tiempo no se había marchitado y seguía con ese color tierno, dulce, vivo que le caracteriza a una rosa.

Las plantas y demás flores morían y nacían otras.

La viejecita que fue una vez niña, un día de un año fue a despedirse de su querida flor, porque supo que al año siguiente ya no podría verla de nuevo en persona, pero le prometió que la visitaría de igual manera y en forma de ente deslizándose por el rayo de sol que le alumbraba todos los días.

La rosa Raiseta siguió intacta dándole alegría a su querido bosque y recibiendo la visita de aquella cariñosa niña que un buen día le dio el nombre de Raiseta.

Un año, la viejecita y bajando por aquel rayo de luz solar, le trajo un regalo a su Raiseta, para que ésta no estuviese sola. Le trajo una semillita. La plantó al lado de Raiseta y también empezó a crecer poco a poco otra maravillosa rosa. Al igual que como hizo aquella niña con su flor preferida, también le dio nombre a su segunda flor y la bautizó con el nombre de Andreita.

Han pasado lustros, décadas y algún siglo que otro y te puedo decir que esas dos rosas, llamadas Raiseta y Andrea, siguen en aquel bosque, intactas y preciosas como el primer día, al igual que todos los años, también las visita aquella niña que después fue viejecita.

Roselló

¡UN DURO AL AÑO!

Monte arriba y cara al viento
Buscando reposo y calma,
Ívame yo muy contento
Dándole reposo al alma.

Y cuando a lo alto llegué;
Y al dar la vuelta a la cima
Un rebaño me encontré,
Que se me venía encima.

Avanzaban las ovejas
Marchando al paso tranquilas,
Y cruzaban las parejas
Al sonar de las esquilas.

Y a los últimos reflejos
De los rayos vespertinos,
Los vi, perderse a los lejos
Por los ásperos caminos.

Detrás de ellas, lentamente,
Dando al aire una canción
Y sacando indiferente
Su mendrugo del zurrón.

Venía un pastor, un niño
Un imberbe zagalejo,
Que me inspiró ese cariño
Que es tan súbito en un viejo:

! Hola, eres tú el pastor ?
Si señor. Y qué se ofrece ?
¿Tienes padres ? No señor.
¿Y cuántos años tienes? Trece.
¿Y cuánto ganas amigo? Un duro.
¿Al día?!!! Anda maño!!!
¿Un duro al mes? Que no! Digo.
Un duro al año.
Le dejé que se marchara
Y en el monte me senté,
Y avergonzado, la cara
En las manos oculté.

Pasaron por mi memoria
Templos, palacios y reyes
Los discursos y las leyes
Los millones del banquero,
Las fiestas del potentado
Réditos del usurero,
¡Ladrones en despoblados!
Fortunas mal heredadas
En el banquete perdidas
Los que del lujo se afanan
Tanta gloria, tanto daño,
En tanto hay seres que ganan
Un duro al año.

Un duro… Oh Dios!
Cuántas veces lo habré derrochado yo,
En miles de pequeñeces
Que mi gusto me pidió.

En comer sin tener gana
En caprichos, en favores,
En vanidades humanas,
En guantes, coches y flores.
En un rato de placer
En un libro sin valor,
En apostar, en beber,
En humo, en buen olor.

Y ese duro que se olvida
En cuanto correr se deja
Era un año de la vida
De ese pastor que se aleja.

Y vi que somos peores
Todos los seres humanos,
Unos, falsos soñadores,
Otros, falsos puritanos.

Ya ateos, ya creyentes
Todo en el daño iguales,
Resolviendo dirigentes
Grandes problemas sociales.

Y hay seres, que en esa edad
Que ignoran su propio engaño
Deben a la humanidad
Un duro al año.

¡No!, mientras en el frío enero
En una espantosa noche,
Mi prójimo por dinero
Me lleva a mi casa en coche.

Mientras de la mina oscura
Saca carbón tanta gente
Pasando tanta amargura
Para que yo me caliente.

Mientras de la alegre fiesta,
Salgo yo que siento y creo
Y al pobre que le molesta
Le mando airado a paseo.

Mientras el sol desigual sea
En dar al hombre sus rayos
Y haya niños con librea
Que me sirvan los lacayos…

Ni creo en leyes humanas
Ni en el que las bombas tira
Palabras, palabras vanas,
Mentira, todo mentira.

No hay en las penas consuelo
Sufrir y siempre sufrir…
Cristo subió a los cielos
Pero volverá ha venir.




Su reino será de espanto
Sus leyes muy diferentes
Y ahí, se ha de ver el llanto
Y el rechinar de los dientes.

Y ha de subir a mil codos
Más alto el nuevo diluvio
Y allí, moriremos todos
Y más alto que el Vesubio
Nos ha de ver impasibles
Ese niño, ese pastor
Ya convertido en terrible
Ángel exterminador.

Y entre torrentes de lava
Gritará de su alto escaño
Yo soy aquel que ganaba
Un duro al año.

Así a mis horas decía,
Sólo en la cumbre del monte
Mientras el sol se escondía
En el rojizo horizonte.

En las sombras se ocultaban
Lentamente las aldeas
Y en la ciudad humeaban
Las febriles chimeneas.

Veíanse allá las cruces
De las altas catedrales
Y los rayos de las luces
De las fiestas mundanales.
Allí, rezan compungidos
Los que llaman cristianos
Entre ruido y movimiento
De las modernas ciudades
Resumen triste y cruento
De las necias vanidades.
Y allá, perdido en la plana
Cantando tras su rebaño
Iba aquel niño que gana
¡UN DURO AL AÑO!

Roselló